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Jueves, 28 Marzo 2024
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El Papa Francisco está feliz de compartir el camino eclesial con los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, consagrados, consagradas y agentes de pastoral, con sus cansancios y esperanzas. Lo reconoció él mismo en su homilía, pronunciada en español, el miércoles 2 de agosto en el rezo de las vísperas, celebrado en el Monasterio de los Jerónimos, en Lisboa.

En la segunda actividad pública de su 42º viaje apostólico en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa agradeció las palabras de Monseñor José Ornelas Carvalho, obispo de Leiria-Fátima y presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa, y manifestó su deseo de rezar con ellos para que, como dijo el Prelado, “podamos ser, junto con los jóvenes, audaces en abrazar el sueño de Dios y encontrar caminos para una participación alegre, generosa y transformadora, para la Iglesia y la humanidad”.

En su frondoso discurso, el Pontífice destacó la belleza del país, al que describió como una tierra de paso entre el pasado y el futuro, lugar de antiguas tradiciones y de grandes cambios, adornado por valles exuberantes y playas doradas que se asoman a la hermosura sin límites del océano, que bordea Portugal.

“Esto me evoca el entorno de la llamada de Jesús a los primeros discípulos, a orillas del mar de Galilea”, dijo el Papa y se detuvo en la llamada, que pone de manifiesto lo que se escuchó en la Lectura breve de Vísperas: el Señor nos ha salvado y nos ha llamado no por nuestras obras, sino por su gracia (cf. 2 Tm 1,9).

El Santo Padre hizo notar un contraste: por una parte, los pescadores bajan de la barca para lavar las redes, es decir, para limpiarlas, conservarlas bien y volver a casa; por otra parte, Jesús sube a la barca e invita a echar de nuevo las redes para la pesca. Resaltan las diferencias: los discípulos bajan, Jesús sube; ellos quieren guardar las redes, Él quiere que se echen nuevamente al mar para la pesca.

 

La importancia de recomenzar

 

Partiendo de los pescadores que bajan de la barca para lavar las redes, Francisco subrayó que a Cristo lo que le interesa es llevar la cercanía de Dios precisamente a los lugares y las situaciones donde las personas viven, luchan, esperan, a veces teniendo entre las manos fracasos y frustraciones, justamente como esos pescadores que durante la noche no habían sacado nada. “Jesús mira con ternura a Simón y a sus compañeros que, cansados y amargados, lavan sus redes, realizando un gesto repetitivo, pero también lleno de fatiga y resignación: no quedaba más que volver a casa con las manos vacías”, añadió.

El Obispo de Roma reconoció que, a veces, en el camino eclesial, podemos experimentar un cansancio similar, cuando nos parece que entre las manos solo tenemos redes vacías. Lo considera un sentimiento bastante difundido en los países de antigua tradición cristiana, afectados por muchos cambios sociales y culturales, y cada vez más marcados por el secularismo, por la indiferencia hacia Dios y por un creciente distanciamiento de la práctica de la fe.

“Y esto a menudo se acentúa, prosiguió, por la desilusión y la rabia que algunos alimentan en relación a la Iglesia, en algunos casos por nuestro mal testimonio y por los escándalos que han desfigurado su rostro, y que llaman a una purificación humilde y constante, partiendo del grito de dolor de las víctimas, que siempre han de ser acogidas y escuchadas”. Pero el Papa advirtió del riesgo de bajar de la barca y quedar atrapados en las redes de la resignación y del pesimismo.

Por eso, pidió confiar en que Jesús continúa tendiendo la mano y sosteniendo a su amada Esposa y llevar al Señor nuestras fatigas y nuestras lágrimas, para poder afrontar las situaciones pastorales y espirituales, dialogando entre nosotros con apertura de corazón para experimentar nuevos caminos a seguir.

 

“Este es el tiempo de gracia”

 

Continuando su análisis de la escena, Francisco acotó que, apenas los apóstoles bajan a lavar los instrumentos utilizados, Jesús sube a la barca y luego los invita a echar nuevamente las redes.

En el momento del desánimo, de la “jubilación”, el Papa nos recordó la invitación a dejar que Jesús suba a la barca de nuevo, con la ilusión del primer tiempo, esa ilusión que debe ser revivida, reconquistada, re-editada, admitiendo, sin embargo, que no es fácil.

“Él viene a buscarnos en nuestras soledades y en nuestras crisis para ayudarnos a recomenzar”, dijo, evidenciando la “espiritualidad del recomienzo”. “No le tengan miedo. Así es la vida: caer y recomenzar, aburrirse y recibir de nuevo la alegría, recibir esa mano de Jesús”, fue su llamamiento.

El Sucesor de Pedro afirmó que también hoy pasa por las orillas de la existencia para reavivar la esperanza y decirnos también a nosotros, como a Simón y a los otros: “Navega mar adentro, y echen las redes” (Lc 5,4).

Francisco aseguró que vivimos un tiempo difícil, pero el Señor hoy pregunta a esta Iglesia: “¿Quieres bajar de la barca y hundirte en la desilusión, o dejarme subir y permitir que sea una vez más la novedad de mi Palabra la que lleve el timón? ¿Te conformas solo con el pasado que tienes detrás o te atreves a echar nuevamente con entusiasmo las redes para la pesca?”.

El Señor nos pide reavivar la inquietud por el Evangelio, según el Santo Padre. Porque, “cuando uno se va acostumbrando y se va aburriendo y la misión se transforma en una especie de “empleo”, es el momento de dejar lugar a esa segunda llamada de Jesús, que nos llama de nuevo siempre. Nos llama para hacernos caminar, nos llama para rehacernos. No le tengan miedo a esa segunda llamada de Jesús. No es ilusión, es Él que vuelve a golpear la puerta".

“Y podemos decir que esta es la inquietud ‘buena’ que la inmensidad del océano les entrega a ustedes portugueses: ir más allá de la orilla, no para conquistar el mundo, sino para animarlo con la consolación y la alegría del Evangelio”.

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