A pesar de que existe la legislación suficiente, la impunidad suele campear en estos casos, pues las autoridades médicas muchas veces se desbordan de casos y como debe de ser, su prioridad es la salud de las personas adultas mayores.
Una historia similar sufre también una cantidad indeterminada de adultos mayores en sus propias casas, que requiriendo la asistencia y la compañía de sus familiares, simplemente son dejados a su suerte, rechazados o en el mejor de los casos recargados a algún familiar mientras los demás criminalmente se desentienden de quien les ha dado la vida.
Sentimos que hace falta un mayor involucramiento de otras autoridades, especialmente las judiciales, en estas situaciones de violencia y abandono de las cuales son víctimas muchos de nuestros adultos mayores.
Desde luego, esta situación nos llama a una reflexión profunda sobre el lugar de los adultos mayores en nuestra sociedad. Es lo que la Iglesia propone cada año con la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, una celebración que en este 2023 tendrá lugar el próximo domingo 23 de julio.
En su mensaje para la ocasión, el Papa Francisco parte del pasaje de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel, para involucrar a los jóvenes en la edificación de nuevas relaciones con sus generaciones precedentes.
“Dios desea que, como hizo María con Isabel, los jóvenes alegren el corazón de los ancianos, y que adquieran sabiduría de sus vivencias. Pero, sobre todo, el Señor desea que no dejemos solos a los ancianos, que no los releguemos a los márgenes de la vida, como por desgracia sucede frecuentemente”, asegura el Obispo de Roma.
En efecto, tal y como pueden dar fe tantos buenos muchachos, la amistad con una persona anciana ayuda al joven a no reducir la vida al presente y a recordar que no todo depende de sus capacidades. Para los más ancianos, en cambio, la presencia de un joven les da esperanza de que todo lo que han vivido no se perderá y que sus sueños pueden realizarse.
Pensamos en la cantidad de jóvenes que participaron el fin de semana pasado en el Día Nacional de la Juventud, el DNJ, en el Estadio Nacional. Que bello saber que en sus corazones ha sido plantada la semilla del amor, la fraternidad y la compasión.
Ahora, como recomienda el Santo Padre, hay que pasar a la vida, a los hechos y qué mejor forma de hacerlo que con nuestros adultos mayores. Un gesto concreto puede cambiar tanto sus vidas como las nuestras.
“No los dejemos solos, su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces. Sí, son los ancianos quienes nos transmiten la pertenencia al Pueblo santo de Dios. Tanto la Iglesia como la sociedad los necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el futuro. Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados”, reitera Francisco.
Que a la luz de la celebración de esta Jornada Mundial, tomemos conciencia de las muchas formas en las cuales nuestros ancianos sufren violencia, y que alejando toda tentación de actuar con indiferencia, nos involucremos en su servicio, atención e integración a la vida en sociedad. Así sea.