La Vida Consagrada contribuye a la construcción, a la credibilidad de la Iglesia, ante todo, por encarnar una vida evangélica, con su vocación de entrega total en el seguimiento del Señor, expresada en la vivencia de los consejos evangélicos, que la va conformando como sencilla, afable, liberada y ampliamente disponible, compañera, en los caminos de la vida.
Construye la Iglesia, por su testimonio de comunión, vivida en las comunidades de consagrados que quieren ser escuelas de humanidad, ámbitos donde se experimenta el don de la fraternidad y la construcción constante de ella, para llegar a ser hermanos, donde vivir el amor gratuito con los que llegan. No en vano, Juan Pablo II dijo que la Vida Consagrada es signo de comunión en la Iglesia y los consagrados están llamados a ser expertos en comunión» Vita Consecrata 46.
La Vida Consagrada es expresión de la riqueza y diversidad de carismas con que el Espíritu adorna y enriquece a la Iglesia. Es referencia y estímulo para los demás cristianos de la necesidad de reconocer los carismas personales y ponerlos al servicio de la construcción eclesial. Carismas que contribuyen a continuar hoy la misión de Cristo en la Iglesia, a ser voz profética en medio de la sociedad, trabajando por la justicia y la paz, encarnando la solicitud misericordiosa por los pobres y desfavorecidos, comprometidos en el desarrollo humano integral y en el cuidado de la Casa Común.
El Papa Francisco nos ha emplazado a todos a ser agentes de una Iglesia sinodal que viva la comunión, se entregue a la misión, ensanchando espacios de participación y corresponsabilidad. Ahí está la Vida Consagrada, haciéndose disponible. Está venciendo el aislamiento de creerse vida de perfección, se atreve a caminar con los demás cristianos, derribando los muros protectores de sus conventos, mostrando sus fragilidades; se experimenta insignificante después de haber exhibido su influencia social; experimenta también el envejecimiento por la falta de vocaciones; resiste a sus grandes tentaciones como son la incoherencia, la mundanidad espiritual, la pérdida de la radicalidad que es lo más genuino de su ser de consagrados…
Así, con sus altos y bajos, la Vida Consagrada se manifiesta disponible y comienza a caminar. En la Iglesia, nos alegramos de su presencia, sentimos a los consagrados alentándonos, ofreciéndonos su testimonio, acercándose a los alejados para favorecer el encuentro con el Señor que hace el milagro de iluminar sus vidas, practicando la amistad social para hacer, entre todos, un entorno más agradable, para ofrecer esperanza en momentos en que parece que se nublan los caminos…
Aquí estoy, aquí estamos los consagrados, aquí estamos los fieles seguidores de Cristo en tu iglesia. En el encuentro, en el caminar juntos, experimentamos tu presencia Señor, sentimos que tus designios de amor y salvación se cumplen en nosotros, sirviéndote de instrumentos, como un día fueron María y José, Simeón y Ana, al recibir y presentarnos a tu Hijo Jesús. Gracias Padre por el don de la Vida Consagrada, gracias por su riqueza carismática, por su estímulo a la santidad que nos motiva a todos a ser fieles a Cristo.
+ Fray Bartolomé Buigues Oller T.C.
Comisión Nacional para la Vida Consagrada