Según cuenta el diácono, la familia materna era salesiana y su mamá transmitió, tanto a sus hijos como a sus nietos, el amor por María Auxiliadora.
Este campesino y vecino de Upala, cuenta que un día estaba en su casa y recibió la visita del entonces obispo de Tilarán-Liberia, Mons. Vittorino Girardi, que quería invitarlo a convertirse en diácono.
En ese entonces, este Norman no sabía de qué le hablaba el prelado, pero lo escuchó con atención. Fue como si Jesús mismo lo hubiera llamado. Aceptó y hoy tiene 10 años de servicio como tal.
Recuerda que al principio, el obispo emérito quería que fuera a formarse de manera intensiva a México, pero las responsabilidades familiares se lo impedían.
Esto no lo desanimó y no se quedó de brazos cruzados, decidió prepararse de manera autodidacta y Monseñor consiguió un tutor para él, Walter Luna. Luego entró en el Instituto de Teología para Laicos San Juan Pablo II, de la Diócesis de Tilarán-Liberia, en la sede de Cañas.
Se ordenó diácono por imposición de manos de Mons. Girardi. Brinda su servicio en la Parroquia San José, en Upala, Diócesis de Tilarán-Liberia.
Allí brinda apoyo al párroco en las visitas a las 32 comunidades que conforman este territorio eclesial, la más lejana está a 55 kilómetros de la sede parroquial, asiste en los funerales y bautizos, ha impartido catequesis para el Sacramento del Bautismo y para el del Matrimonio, entre otras. “Estoy feliz y contento de servir a Dios”, dijo.
Este humilde campesino tiene 35 años de casado, “con la mujer más linda del mundo” y agradece por haber recibido tantas bendiciones.
“El Señor ha estado grande con nosotros”
Hijas de Norman y Yamileth e Hijas de María Auxiliadora. Como se mencionó, dos de los retoños del matrimonio se convirtieron en religiosas, ambas entraron al Instituto de María Auxiliadora, de espiritualidad salesiana.
Yamileth sirve en Nicaragua y Tamara en Heredia. Precisamente, Eco Católico conversó con la primera, quien recordó que el lema de la familia es: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Salmo 125).
Esta joven de 29 años reconoce que, como toda familia, han enfrentado dificultades, pero señala que: “Estamos alegres porque el Señor nos ha mirado con amor”.
“Vengo de un ambiente familiar sano, religioso y trabajador. Mis papás se empeñaron en darnos la mejor educación moral. Aprendí el valor de la vida, de la tierra y el trabajo”, expresó.
Y añadió: “(También) vengo de una parroquia herida y golpeada pero de cada persona y cada párroco he aprendido. Donde abundó el pecado sobreabunda la gracia, porque Dios no se deja vencer en generosidad”.
Respecto al tema vocacional, asegura que desde pequeña aprendió con sus papás que había diferentes tipos de vocaciones y que en todas hay un llamado al servicio.
“Cuando pienso en mi llamada vocacional pienso en misericordia, de verdad que el Señor ha tenido misericordia conmigo, me llamó a pesar de darle la espalda en muchos momentos. A pesar de mis rebeldías, mentiras, egoísmos y debilidades, me llamó y me miró con amor”, comentó.
También aprendió el don de la fidelidad y a creer en el amor, afirmó. Ellos con sus 35 años de matrimonio nos demuestran que es posible ser fiel, ellos en su matrimonio y yo con Dios”.
