En el cambio de época que estamos viviendo, la caridad intelectual no puede estar encerrada en los recintos de los Centros de investigación o reservada solo a los “expertos”, sino que debe animar y sostener la construcción de una renovada proximidad, como indiqué en la encíclica Fratelli tutti (cfr. nn. 3-4). Urge, por tanto, que los que están involucrados en la investigación científica descubran la responsabilidad histórica de su compromiso en los diferentes ámbitos del saber, superando la tentación de aislarse en esferas particulares, para promover una nueva cultura del conocimiento.
San Pablo VI hablaba de tal desafío cuando, en su toma de posesión como arzobispo de Milán en 1954, decía: “El hombre moderno tiene el hambre y la posesión de los medios, pero no tiene el ansia de los fines. Es un gigante ciego”. Hoy la caridad intelectual debe suscitar en la persona el “pensar a lo grande”. Es en la unidad armónica de conocimiento y de amor, de fe y de razón que encuentra paz en su búsqueda y puede realizar modelos culturales y sociales capaces de responder verdaderamente a las propias necesidades (cfr. Fratelli tutti, n. 185).
Las nuevas generaciones esperan encontrar discípulos del conocimiento de talla similar, para prepararse a ser protagonistas en la historia y así contribuir al incremento de una cultura sólida. El desafío no es pequeño, y por esto concluyo recordando el mensaje que san Pablo VI dirigió a los hombres del pensamiento y de la ciencia durante la clausura del Concilio Vaticano II: “Continuad buscando sin cansaros, sin desesperar jamás de la verdad. Recordad la palabra de uno de vuestros grandes amigos, san Agustín: “Busquemos con afán de encontrar y encontraremos con el deseo de buscar aún más”. Felices los que, poseyendo la verdad, la buscan más todavía a fin de renovarla, profundizar en ella y ofrecerla a los demás. Felices los que, no habiéndola encontrado, caminan hacia ella con un corazón sincero: que busquen la luz de mañana con la luz de hoy, hasta la plenitud de la luz” (San Pablo VI, Mensaje a los hombres del pensamiento y de la ciencia, 8 diciembre 1965).
En la verdad y en la caridad está el camino de la paz, y una búsqueda iluminada de la verdad en la caridad (cfr. Ef 4,15) sentará bases cada vez más sólidas para la construcción de una sociedad pacífica porque se ordena armónicamente a sus fines, en el respeto a la persona y en la grata correspondencia a los dones de Dios.
Animado por estos sentimientos, me alegra enviaros a los reunidos mi bendición, que con gusto extiendo a los fieles de la diócesis de Teramo-Atri en el año jubilar dedicado al santo monje y obispo Berardo, cuyo testimonio de entrega evangélica e inspiración pastoral es la herencia más hermosa que os deja. Os pido a todos que me recordéis en la oración.