Mensaje de la Comisión Nacional de Pastoral Familiar en ocasión del Día Internacional de la Mujer
“La dignidad de la mujer se relaciona íntimamente con el amor que recibe por su femineidad y también con el amor que, a su vez, ella da… De este modo, (la mujer) se convierte en un apoyo insustituible y en una fuente de fuerza espiritual para los demás, que perciben la gran energía de su espíritu. A estas «mujeres perfectas» deben mucho sus familias y, a veces, también las Naciones.”1
En torno al Día Internacional de la Mujer, y en torno al Año Familia Amoris Laetitia, la Comisión Nacional de Pastoral Familiar envía un mensaje a toda la sociedad costarricense y especialmente a las mujeres, con deseo reafirmar una vez más el amor que la Iglesia profesa por la dignidad de toda mujer ya que ella, al igual que el varón, ha sido creada a imagen y semejanza de Dios2; ella es en efecto el fruto más bello de su creación3, de allí que el hombre ante ella sólo puede admirarse y querer ser una sola carne con ella.4
La mujer ha sido bendecida por el Creador con una serie de recursos personales propios su femineidad que no son menores que los recursos de la masculinidad sino sólo diferentes. Y sobre la base de estos recursos es que la mujer debe construir su realización como persona, su dignidad y vocación.5 Es María, la madre de Jesús, la que de manera más perfecta, por gracia de Dios, se ha apropiado de la imagen y semejanza de Dios en el principio: “María -la mujer de la Biblia- es la expresión más completa de esta dignidad y de esta vocación. En efecto, cada hombre -varón o mujer- creado a imagen y semejanza de Dios, no puede llegar a realizarse fuera de la dimensión de esta imagen y semejanza.6 "«¡Muchas mujeres hicieron proezas, pero María las superas a todas!»"7
Así podemos afirmar que para toda mujer: soltera, casada, viuda, profesional, ama de casa, madre, virgen consagrada, religiosa y sobre todo cristiana; puede alcanzar, de algún modo, la perfección de su vocación y dignidad del ser femenino alabando con gozo al Señor8 y siguiendo con atención el testimonio de María. Así será como la mujer virtuosa de la que habla Proverbios 31: su estima es más valiosa que una piedra preciosa; es fuente de felicidad, protección y prestigio para su familia; los trabajos de sus manos hacendosas edifican su hogar y son necesarios para la construcción de una nueva sociedad; es sagaz y prudente en todo lo que se empeña hacer y le tiende la mano a los más desposeídos; es cause de esperanza para todos porque va irradiando salud y dignidad, mirando con optimismo lo que acontece en el mundo porque su porvenir le interesa. Con toda razón termina el sabio de este proverbio exhortando a todos: “reconozcan el trabajo de sus manos: merecen que en público se les dé un homenaje” 9
Por lo que hacemos hoy público homenaje a la mujer madre y profesional; a la mujer que ha consagrado su vida a Dios, vírgenes, monjas y religiosas, incluso laicas en servicios voluntarios. A todas ellas que han dedicado y sacrificado su vida, muchas veces en el silencio, al servicio de la humanidad, nuestro infinito agradecimiento.
Este artículo es parte de un estudio más amplio sobre Abuso Espiritual realizado por Lisandra Chaves Leiva para el Máster de Pastoral de la Prevención. Se publicará próximamente, si usted tiene interés puede escribir a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Uno de los problemas que surge al investigar sobre el abuso espiritual en la Iglesia Católica es la poca bibliografía existente y el poco conocimiento que hay en general sobre el tema. Con la finalidad de comprobar que realmente el abuso espiritual no es conocido se realizó una encuesta a 500 personas de diferentes países de Latinoamérica, con una mayoría de Costa Rica y de diversas vocaciones y edades. Esta encuesta arrojó que más de la mitad de los encuestados, un 59,7% no tenía idea de que es el abuso espiritual y de aquellos que dijeron saber no todos tenían el concepto adecuado.
Lo anterior es señal clara de que la Iglesia Católica necesita urgentemente educar sobre el abuso espiritual como primer paso en su prevención. Debido a que el abuso espiritual es tan poco conocido y abordado dentro de la legislación de la Iglesia Católica, se inicia entonces con definir el concepto según varios autores. Destaca la definición de los autores Lisa Oakley y Justin Humphreys quienes fueron citados a lo largo del estudio por su libro “Escapando del laberinto del abuso espiritual”. Ellos presentan una de las definiciones más claras y completas del abuso espiritual:
Son pocos los hombres que tienen el corazón tan grande como para responder a la llamada de Jesucristo e ir a evangelizar hasta los confines de la tierra. San Francisco Javier es uno de esos.
Origen
Francisco nació en 1506, en el castillo de Javier en Navarra, cerca de Pamplona, España. A los dieciocho años fue a estudiar a la Universidad de París, en el colegio de Santa Bárbara, donde en 1528, obtuvo el grado de licenciado.
Llamado
Dios estaba preparando grandes cosas, por lo que dispuso que Francisco Javier tuviese como compañero de la pensión a Pedro Favre, que sería como él jesuita y luego beato, también providencialmente conoció a Ignacio de Loyola, ya bastante mayor que sus compañeros.
Influencia
Francisco fue guiado por Ignacio y quedó profundamente transformado por la gracia de Dios.
Llegó a ser uno de sus siete primeros seguidores en la Compañía de Jesús, consagrándose al servicio de Dios en Montmatre, en 1534.
Misionero
Francisco Javier partió hacia las misiones el 7 de abril de 1541, cuando tenía 35 años, el rey le entregó un breve por el que el Papa le nombraba nuncio apostólico en el oriente.
Japón
En abril de 1549, partió de la India, y el día de la fiesta de la Asunción desembarcaron en Kagoshima, Japón. Francisco Javier se dedicó a aprender el japonés y logró traducir una exposición muy sencilla de la doctrina cristiana que repetía a cuantos se mostraban dispuestos a escucharle. Al cabo de un año de trabajo, había logrado unas cien conversiones.
Muerte
Francisco murió a las puertas de China el sábado 3 de diciembre de 1552, en la isla desierta de Sancián (Shang-Chawan) que dista unos veinte kilómetros de la costa. Tenía entonces 46 años y había pasado once en el oriente. Fue sepultado el domingo por la tarde.
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Como está convirtiéndose en una obligada referencia al pensar, comentar y actuar “sinodalmente”, el fenómeno al que se denomina “clericalismo” y el término mismo han de convertirse en objeto de una seria reflexión teológica pastoral para contribuir a la edificación de la vida de la Iglesia.
A juzgar por las palabras usadas en los discursos y documentos referentes a la sinodalidad, es fácil descubrir que en su antípodas está el fenómeno que suele referirse con el vocablo “clericalismo”. En otras palabras, si se está impulsando una toma de consciencia de la sinodalidad de la Iglesia, se hace en clara alusión y contrapeso al clericalismo. Visualmente, sería así: sinodalidad versus clericalismo. Incompatibles: Iglesia sinodal e Iglesia clericalista. El clericalismo es muy preocupante de por sí, como evidente repliegue sobre sí mismo.
Como está convirtiéndose en una obligada referencia al pensar, comentar y actuar “sinodalmente”, el fenómeno al que se denomina “clericalismo” y el término mismo han de convertirse en objeto de una seria reflexión teológica pastoral para contribuir a la edificación de la vida de la Iglesia.
¿Qué se entiende por “clericalismo”? ¿A qué fenómeno hace alusión? ¿Es posible hablar de clericalismo en un sentido positivo? ¿Pueden distinguirse los adjetivos “clerical” y “clericalista”? ¿Sería el primero el adjetivo de la Iglesia en referencia sana a los pastores y clericalista la distorsión de la misión como ejercicio de poder (dominación) y no como servicio pastoral (comunión)?
¿Cuál es el origen del clericalismo en la Iglesia occidental, específicamente la latinoamericana, esto es, qué de la estructura eclesial alimenta o no el fenómeno? ¿Cuál es el inicio (histórico) del clericalismo? ¿Cuáles son las expresiones verbales, los discursos, las costumbres y las situaciones que pueden calificarse negativamente como clericalistas? ¿Es tan cierto que están asociados a un apego preponderante al aspecto litúrgico?
¿Qué puede aportar hoy la “sinodalidad” a la Iglesia y al mundo?
En los últimos días, mucho se ha escuchado sobre “sinodalidad” en la Iglesia. Pero, ¿qué significa “sínodo”? El griego “σύνοδος” refiere a una reunión, asamblea y encuentro. A su vez, “σύν” + “οδος” expresa un camino junto: a las vías reunidas.
Es innegable el fin de la cristiandad, en donde todos, más o menos, eran creyentes y concebían al hombre y al mundo, desde una visión cristiana. Hoy no, incluso, a lo interno de la Iglesia, existen múltiples proyectos e interpretaciones, por lo que re-unirse y juntar los caminos es impostergable.
Idealmente, una sociedad democrática estaría basada en la libertad, la fraternidad y la igualdad, como una “poliarquía”, es decir, una sociedad con múltiples poderes que interactúan entre sí -tal cual afirma Robert Dahl-. Esta democracia es regida por el principio de “tolerancia”, el cual busca evitar, en sí, la guerra y, por el que “respeto para que me respeten”, en momentos sin interactuar con el otro. Además, en caso de conflicto, la ley y el Estado me protegen del “otro” -como afirmaba Hobbes con su “Leviatán”-. Por supuesto, todo se desarrolla sin contar con una norma u obligación concreta de Amor o comunión, como sí sucede con la Iglesia y la sinodalidad.
Por lo tanto, se puede decir que la sinodalidad es el régimen político de la Iglesia y no así la democracia. La sinodalidad nos pone uno al lado del otro, en igualdad de oportunidades, valor y dignidad. Permite que mis iniciativas sean consideradas como valiosas, dignas de ser tomadas en cuenta, para discernir y construir juntos una vía común en diálogo. Esto es posible, desde la humildad y la verdad, producto de un encuentro con Cristo y no como un simple populismo democrático.
Ante dicha realidad, a la hora de tomar decisiones, surgen dos posibilidades: 1) el imponerse y dominar o 2) la sinodalidad y sus consecuencias prácticas. El Evangelio nos advierte que los discípulos de Cristo no han de actuar con el dominio, al contrario, a la hora de resolver conflictos, utilizarán medidas preventivas, como un auténtico diálogo -que escucha, respeta, propone y construye- o medidas curativas, como la corrección fraterna -en la cual, ciertamente, se ha de perdonar, orar y poner la otra mejilla- (cf. Mc. 10, 35-45, Mt. 20, 17-28, Lc. 6, 29). Surge también, como medida curativa, la Confesión, en la cual busco reconciliarme conmigo mismo, con Dios y con el hermano, reconociendo que no he cumplido la Norma Suprema de “amar al prójimo, como a mí mismo” (Mc. 12, 30).
Por lo tanto, no hay que tener miedo al poder, a ejercerlo, sí, en sinodalidad: caminando, escuchando y construyendo todos juntos. ¿No es esto la Iglesia, un Cuerpo compuesto por múltiples miembros -todos valiosos e insustituibles? - (cf. 1 Co. 12, 12) Cristo no niega la posibilidad a sus discípulos que tomen la iniciativa y ejerzan el poder para el bien, al contrario, reclama a aquellos que teniéndolo no lo usan para salvar y sanar a sus hermanos (Lc. 13,10-17). Es más, los llama a ser sal, luz y fermento del mundo (Mt. 5, 13-16).