Cuando era adolescente, tuvo la oportunidad de ir a un campamento en Nicaragua, era el año 1999 y ese país había sufrido los estragos del Huracán Mitch. Allí vio personas que aun en medio de las circunstancias mantenían su alegría. Fue una experiencia que lo marcó y comenzó a sentir un llamado del Señor a servirle.
Fue ordenado sacerdote esta mañana el diácono vicentino Rogelio Díaz Cortés CM. La Santa Misa fue presidida en la parroquia San Buenaventura, en Turrialba, por Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de San José.
Rogelio es hijo de Otoniel Díaz Flores y Paulina Cortés Solano. Para su ordenación eligió como lema la frase de Lc, 18: “El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres”.
Sus referentes en todo el proceso vocacional y misionero han sido sus padres y el sacerdote vicentino Ángel Plaza CM.
En conversación con el Eco Católico, Rogelio recordó como hace unos años no lo tenía tan claro como hoy. “Cuando entré al Seminario siempre escuchaba comentarios de mis compañeros con mucha claridad sobre sus referentes vocacionales, mencionaban algún sacerdote o bien algún agente pastoral, en mi caso en ese momento no encontraba referentes claros sobre algún sacerdote que me impulsara”, dijo.
Soy el Padre Leonardo Javier Leandro Araya, oriundo de Paraíso de Cartago, he trabajado como misionero en Mozambique en dos periodos: desde 1995 cuando llegué para hacer una experiencia antes de la ordenación sacerdotal hasta la mitad del 2005, donde asumí como primer párroco después de la guerra la Parroquia San Antonio de Barada, en la provincia de Sofala, lugar donde nació la Renano, el grupo armado que buscaba la democracia y cuyo líder era Alfonso Dhlakama (conocido como el padre de la democracia mozambicana).
Fueron los años del difícil proceso de reconciliación y reconstrucción del país y de las primeras elecciones “democráticas” después de 16 años de una guerra civil que dejó miles de muertos, huérfanos, una hermana comboniana (Teresa) asesinada en 1985 y un hermano comboniano (Alfredo Fiorini) en el 1992, ambos italianos. Durante estos años nunca hubo conflictos con la comunidad islámica y el ambiente era de armonía y tolerancia.
Mi segundo periodo ha sido del 2015 al 2022 donde trabajé como responsable de la formación de los futuros misioneros combonianos mozambicanos y donde he tenido la oportunidad de colaborar con muchas parroquias y en la formación de la vida consagrada mozambicana en la ciudad de Nampula, donde está nuestro Seminario (Noviciado San Francisco Javier).
Cuando estuve en esta ciudad la primera vez la presencia islámica en mezquitas y personas vestidas como miembros de esta religión eran pocos. En estos últimos años el número de mujeres de forma particular vestidas con ropas de la cultura islámica aumentó mucho y de forma particular aquellas que son más radicales -que cubren sus rostros (burka y niqab)– quizás fruto de la presencia de grupos islámicos de contextos más radicales venidos de Somalia, Uganda, Nigeria, que han comenzado a “conquistar” y islamizar Mozambique casando varias mujeres, cosa que es permitido en su tradición.
Cinco años atrás tuvimos la primera luz amarilla en una de nuestras parroquias, dado que una comunidad católica fue hostilizada por miembros de una mezquita que les impedía de transitar libremente por una calle que comunicaba las dos aldeas, siendo necesario convocar a las autoridades civiles y tradicionales para resolver el conflicto. De hecho esta zona estaba en la misma región donde asesinaron a nuestra hermana comboniana.
En estos tres años por causa del conflicto armado, que desde sus inicios el gobierno se refería a ellos simplemente como un grupo de insurgentes y que desde la provincia de Cabo Delgado ya se hablaba de un grupo extremista musulmán llamado Al-shabad, solo fue asumido como extremistas y terroristas después de casi dos años en los cuales anduvieron asesinando y decapitando personas sin gran oposición de parte del las fuerzas armadas del país.
El conflicto generó un éxodo humano que llegó a nuestra provincia, que dista unos 400 km. Las personas se fueron alojando en territorios de las parroquias donde habían escuelas, casas y centro de ayuda hasta que con la ayuda de varias organizaciones humanitarias y el gobierno destinaron un espacio a unos 60 km de la ciudad de Nampula, en el cantón de Meconta, pasando a ser el Centro de Refugiados de Guerra de Cabo Delgado, y donde hasta hace un mes atrás habían más de 600 familias (cada familia más o menos con 5 o 7 miembros). Digo hasta hace un mes porque muchas Organizaciones no Gubernamentales y el mismo gobierno ya no les dan apoyo alimentario y seguridad en donde están. Después del último ataque estas regiones que están cerca del litoral han vivido momentos de inestabilidad dado que llegó la noticia de que cerca de ahí aparecieron personas reclutando jóvenes para ese grupo extremista, esto está provocando otro éxodo de algunas familias que no quieren volver a vivir la misma experiencia.
Ahí con una grupo intercongregacional organizado por la conferencia de los religiosos nos dispusimos para dar nuestro aporte en conjunto con Caritas diocesana, que dio apoyo por varios meses en alimentos (aquí nos ayudaron mucho el grupo misionero de Paraíso y personas individuales para apoyar a Caritas) y la construcción de 300 casas (tradicionales), y también con el apoyo psicosocial (processo de desintoxicación del miedo y odio reprimido por tener que dejar sus seres queridos abandonados en la maleza sin ser sepultados -un proceso de liberación y cura interior-) acompañar las familias desde nuestra proximidad y escucha de sus historias desgarradoras después de ser testigos del asesinato y decapitación de sus parientes.
La Iglesia en Alajuela celebra hoy el 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, la ordenación sacerdotal de dos diáconos transitorios, se trata de Luis Maroto Montero y Marco Salas Segura. Ellos son ordenados por imposición de manos y la oración consecratoria de Monseñor Bartolomé Buigues, obispo diocesano. La celebración tiene lugar en la Catedral Nuestra Señora del Pilar a las 10 a.m.
Pertenecía a una familia adinerada que le transmitió la fe cristiana. Quedó huérfano muy joven y heredó una importante riqueza, la cual él prefirió utilizarla en beneficio de los más pobres, enfermos y necesitados.
La cultura popular representa a Santa Claus como un viejillo gordo y bonachón, con una larga barba que viste de rojo y usa un curioso gorro puntiagudo. Una imagen desarrollada por la tradición y especialmente por la publicidad comercial.
No obstante, originalmente, la figura remite a San Nicolás (en alemán Sankt Niklaus y en neerlandés Sinteklaas, que con el tiempo derivó en Santa Claus), un obispo nacido en el siglo III D.C, en Turquía (valga decir, bastante lejos del Polo Norte). Por los retratos que existen de él, se puede intuir que no tenía una gran barriga, aunque sí una larga barba blanca.
Pertenecía a una familia adinerada que le transmitió la fe cristiana. Quedó huérfano muy joven y heredó una importante riqueza, la cual él prefirió utilizarla en beneficio de los más pobres, enfermos y necesitados. La fama de su bondad se extendió y rápidamente comenzaron a surgir historias en torno a él que mezclaron realidad con fantasía.
Fue elegido obispo de Mira. Según cuenta una curiosa leyenda, los sacerdotes y obispos discutían sobre quién debería ocupar el cargo de obispo de ese territorio, acordaron que escogerían al primero que entrara al templo, de repente entró San Nicolás, quien desconcertado miraba cómo todos se levantaban para aplaudirle.