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Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica abogan por tomar con seriedad el rumbo educativo de nuestro país, libre de ideologías. Así lo dieron a conocer este lunes 22 de noviembre en un comunicado sobre el tema, que compartimos a continuación:

Sobre el rumbo de la educación en Costa Rica

En los últimos años, los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica han expuesto su preocupación por el rumbo que está tomando la educación en nuestro país.

Este 25 de marzo la Iglesia celebra la Solemnidad de la Anunciación del Señor, el momento en el que el ángel le anuncia a la Virgen María que será la madre del Redentor. Este contexto anima la celebración del Día de la Vida antes de Nacer, que involucra todos los esfuerzos a favor de la vida y contra todas sus amenazas, especialmente el aborto. Para esta ocasión los obispos del país han dado a conocer un mensaje en el que reiteran su llamado a los fieles, así como una respetuosa exhortación a toda la ciudadanía, "a proteger y amparar, siempre y en toda circunstancia toda vida, desde su concepción hasta su fin natural". Se trata, de  "salvar y proteger las dos vidas, tanto la del niño como la de su madre", pues "nunca el aborto procurado y realizado será un bien social, sino más bien la dramática ocasión del irracional retroceso en una sociedad que se dice civilizada y heredera de aquellos principios indelebles que la forjaron como nación y que están acuñados en su Constitución Política".

A continuación su mensaje íntegro:

 

“Levántate, José…” (Cfr. Mt. 2, 13b)

Mensaje de los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, con ocasión de la solemnidad de la Anunciación del Señor.

 

Con gran alegría y compromiso pastoral hemos asumido la convocatoria del Santo Padre Francisco del Año dedicado a San José, padre adoptivo de nuestro Señor Jesucristo, esposo castísimo de Santa María Virgen y patrono de la Iglesia Universal. Un año particularmente dedicado a contemplar su persona, vocación y misión, inserta en el plan eterno de la salvación humana.

Contemplar a San José en la solemnidad de la Anunciación del Señor y, por tanto, del misterio de su Encarnación, de hacerse hombre en el vientre purísimo de su bienaventurada Madre, es contemplar el designio eterno del Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (cfr. I Tim. 2,4), y ver en San José un vivo ejemplo de colaboración en la obra de Dios.

Una vez más deseamos, en el marco de este designio amoroso, manifestar y proclamar la grandeza del ser humano, hombre y mujer, creado a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gen. 1, 27). Tanto más, que Dios se hizo hombre (cfr. Jn. 1,14), asumiendo plenamente nuestra condición, menos en el pecado, pues, «Él que es “imagen de Dios invisible” (Col. 1,15), es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado» (G.S. 22), entrando en nuestra historia en el seno de una familia, abrazado, amado y formado por una madre y un padre.

Cristo, el Señor, por obra del Espíritu Santo recibió su humanidad de su bendita Madre, unida en matrimonio con el bienaventurado José, cuya integridad virtudes y obediencia hicieron que fuera considerado justo (cfr. Mt. 1, 19), y que recibiera de Dios Padre la irrenunciable misión de amparar, proteger, custodiar y formar a su santísimo Hijo, nuestro Salvador. De ellos, unido siempre a su Padre Dios, Jesucristo recibió, cual imborrable sello, la formación que imprimiera la vida y la fe que experimentó en el Hogar de Nazaret.

Esta irrenunciable misión que, a lo largo de toda su vida, realizaron José y María, resplandeció sobremanera cuando les tocó enfrentarse a aquel soberbio poder que pretendía destruir la vida de Jesús en su más vulnerable infancia. San José responde a Herodes obedeciendo al designio de Dios, quien le habló en sueños (cfr. Mt. 1, 20-21), «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt. 2, 13b-14).

También, a nosotros creyentes, y a toda persona de buena voluntad, en este momento de la historia, el Señor Dios nos invita a colaborar en sus designios de amor y de vida, proclamando con toda fuerza el Evangelio de la Vida, en nuestro contexto cultural, social y mediático. Máxime cuando, por nuestra misma racionalidad, podemos reconocer el derecho inviolable a la vida, fundamento del derecho natural y anterior a todo derecho positivo.

Con una carta a la comunidad educativa nacional, la Comisión Nacional de Cultura y Educación de la Conferencia Episcopal de Costa Rica anima el diálogo en este ámbito, a pesar de las incertidumbres que genera el ambiente de la pandemia. Se trata, afirman, de mantener un positivo diálogo que nos anime a todos los implicados en el campo de la educación, que nos motive a servir de la mejor manera y nos impulse a aportar lo mejor de nosotros para favorecer la educación de nuestros niños y jóvenes.

 

A continuación el texto íntegro de la carta, dada a conocer hoy:

Conferencia Episcopal de Costa Rica

COMISIÓN NACIONAL DE CULTURA Y EDUCACIÓN

 

 Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan,

porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos » Lc 18,16

 

A LA COMUNIDAD EDUCATIVA NACIONAL

 

 La alegría de servir en el campo educativo rebose en ustedes.

 Sentimos, con el Señor, la alegría, por experimentar de nuevo la cercanía de los niños, niñas y jóvenes al inicio de este periodo lectivo que es, de nuevo, presencial, o al menos semipresencial. Poder continuar la tarea educativa con mayores garantías, por el beneficio que ello supone para los niños, jóvenes y sus familias es, sin duda, expresión de la benevolencia de Dios que suscita lo mejor entre nosotros.

Queremos, en este momento tan particular, por las incertidumbres que también genera el ambiente de pandemia en el que nos encontramos, dirigirnos a ustedes para mantener un positivo diálogo que nos anime a todos los implicados en el campo de la educación, que nos motive a servir de la mejor manera y nos impulse a aportar lo mejor de nosotros para favorecer la educación de nuestros niños y jóvenes.

 

  1. GESTAR UNA NUEVA RELACIONALIDAD DESDE EL RECONOCIMIENTO DE LA FRATERNIDAD Y LA AMISTAD SOCIAL

 

Acogemos así la invitación del Papa Francisco en su última encíclica Fratelli Tutti: una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite Ft 1.  El amor implica… inclinarse hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos. Ft 94

En nuestra tarea educativa, en los encuentros familiares, en el encuentro con los educadores, el encuentro presencial estos días con los niños y jóvenes, en la implicación de toda la comunidad educativa, sentimos esa corriente fraterna y la acrecentamos con nuestra disponibilidad para cultivarla. Estamos lanzando también, con ello, la apertura a nuestra sociedad para hacerla más habitable desde una amistad que nos envuelve a todos en ese mismo compromiso.

 

  1. EL QUEHACER EDUCATIVO DESDE LA PERSPECTIVA DEL PACTO EDUCATIVO GLOBAL QUE PROPONE EL PAPA FRANCISCO

 

Tal como nos lo ha recordado recientemente el Papa Francisco, educar es un acto de esperanza.  Es necesario, por tanto, promover los mejores esfuerzos y la participación de todos para que se desarrolle de forma plena.

Acojamos la invitación del Papa a unirnos al Pacto Global sobre la Educación, un pacto para generar cambios a escala planetaria, para que la educación sea creadora de fraternidad, paz y justicia. Una necesidad aún más urgente en la situación que vivimos.

En su mensaje para el Tiempo de Cuaresma que los católicos iniciamos hoy con el rito de la imposición de la ceniza, los obispos del país invitan a vivirlo renovando la fe, la esperanza y la caridad. recuerdan que este tiempo de gracia es como una escalada que nos lleva a la cima de nuestra fe, pues, en efecto, "celebraremos, al terminar este recorrido de 40 días, los misterios centrales de la redención como lo son la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo".  Lo podremos hacer, reiteran, de mejor manera, abrazando el ayuno, la oración y la limosna.

A continuación su mensaje:

 

“Miren, estamos subiendo a Jerusalén”

Mensaje para el Tiempo de Cuaresma 2021 de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica.

 

A las puertas de este tiempo de gracia, penitencia y conversión, tomamos conciencia de que “La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 540).

Llegamos a este santo tiempo, y lo hacemos con esperanza, para recorrer junto a Jesús su camino hacia la cruz, al subir a Jerusalén. Conmemoramos su paso de entrega a la muerte, tras ser maltratado y azotado, pero después, como lo revela el Evangelio, resucitar al tercer día (cfr. Mateo 20, 18-19), lo que nos hace recordar que el camino cuaresmal es un itinerario o peregrinación espiritual hacia la Pascua.

Este gran momento celebrativo lo vivimos también acogiendo el llamado del Papa Francisco, quien titula su mensaje para este tiempo: “Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad”.

Tras la pandemia que hemos vivido, y de la cual aún no hemos salido, renovamos nuestra esperanza en Aquel que no defrauda (cfr. Rom. 5, 5); lo hacemos con un espíritu llamado al amor fraterno y a la caridad, a sentir con nuestros hermanos que habitamos juntos una misma Casa Común, y que tenemos que cuidarnos mutuamente, mostrando un testimonio efectivo de amor y entrega, especialmente por los más pobres (cfr. Laudato Si’, 232).

La pandemia provocada por el Covid-19 nos ha mostrado, más que nunca, cuán conectados estamos en este mundo, nos ha hecho ver cuán frágiles somos como seres humanos.  Hoy, el tiempo de la Cuaresma nos debe hacer conscientes del espíritu solidario que habita en nosotros para entregarnos a los demás, mediante gestos que son propios de nuestra vida cristiana.

De manera catequética el Santo Padre nos resume la fe activa que debemos convertir en obras: “El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante”.

La Cuaresma, que comienza con el Miércoles de Ceniza y culmina en la tarde del Jueves Santo, es como una escalada que nos lleva a la cima de nuestra fe, pues, en efecto, celebraremos, al terminar este recorrido de 40 días, los misterios centrales de la redención como lo son la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.  Lo podremos hacer, de mejor manera, abrazando el ayuno, la oración y la limosna.

Tras vivir este recorrido de Jesús hacia Jerusalén, podemos también ver su paso en nuestra vida, particularmente en momentos de dolor y de dificultad, pero con la certeza de que su compañía nos fortalece y anima. Jesús acompaña a los enfermos, a los que sufren de agresión, a los desempleados, a los más pobres, a quienes viven sin esperanza, a los que están solos. Jesús se compadece y actúa en la vida de todos, especialmente de los más vulnerables.

Por eso, nuestra vida, que está hecha para trascender más allá de este tiempo y espacio, pensada por Dios para la eternidad, debe también reflejar estas acciones de Jesús, dígase gestos de compasión, de ternura y solidaridad.

Recién, en diciembre, celebramos el misterio de la Encarnación y Nacimiento del Hijo de Dios, y esta continuidad celebrativa nos ayuda a comprender el misterio de la fe para el cual hemos sido creados. Como decía San Atanasio de Alejandría: “Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios”.

El tiempo de la Cuaresma nos recuerda que hemos renacido del agua bautismal, por ello se trata de un camino de renovación de nuestro bautismo.  Vivamos este tiempo litúrgico fuerte con esa conciencia y actitud, pues si no nacemos del agua y del espíritu, no podremos ver el Reino de los cielos (cfr. Juan 3, 5).  Para eso ha venido el Señor a nuestras vidas, para hacernos nacer de lo alto y poner nuestra mirada en los bienes eternos.

Por primera vez, este jueves 4 de febrero, se celebra el Día Internacional de la Fraternidad Humana, declarado así por la Asamblea General de las Naciones Unidas. A propósito de ello, los obispos del país han dado a conocer un mensaje en el que piden reflexionar sobre nuestras acciones, "para que podamos contribuir cada día más a la construcción de un mejor mundo y más solidario, que transite por caminos de paz, que procure el auténtico bien común". Sólo así, afirman los obispos, podremos cuidar unos de otros y de la Casa Común en la que todos habitamos.

A continuación su mensaje íntegro:

 

Construyamos un camino de fraternidad y justicia para todos

Mensaje de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica con motivo del Día Internacional de la Fraternidad Humana.

 

Por primera vez, este jueves 4 de febrero, celebramos el Día Internacional de la Fraternidad Humana, declarado así por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

En este contexto, recordamos el 4 de febrero del año 2019, cuando el Papa Francisco, durante su Viaje Apostólico a los Emiratos Árabes Unidos, junto al Gran Imán de Al-Azhar (El Cairo), Ahmad Al-Tayyeb (Egipto, 1946), firmó el Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común, también conocido como Documento sobre la Fraternidad Humana.

Hace pocos meses, el 3 de octubre anterior, el Santo Padre nos regaló la Encíclica Fratelli tutti sobre la Fraternidad y la Amistad Social que recoge los grandes temas planteados en aquel documento firmado en Emiratos Árabes Unidos.

Como pastores de la Iglesia de Costa Rica hacemos eco de la celebración de este día, para resaltar que todos somos hermanos, que como seres humanos debemos caminar en procura de una mayor dignidad y justicia para todos en la sociedad.

En este sentido, nos dice el Papa Francisco que “Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país. Lo tiene, aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones. Porque eso no menoscaba su inmensa dignidad como persona humana, que no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser. Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad” (Fratelli tutti, 107).

Nos unimos también a lo que decía el Secretario General de la ONU, António Guterres, sobre este día: “Al celebrar el Día Internacional de la Fraternidad Humana, comprometámonos a hacer mayores esfuerzos por promover la tolerancia, el entendimiento y el diálogo culturales y religiosos”.

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