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Lunes, 13 Enero 2025
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El capítulo dos del libro de los Hechos de los Apóstoles describe detalladamente los acontecimientos experimentados por la comunidad de los discípulos de Jesús, cincuenta días después de su gloriosa Resurrección; es decir, la venida del Espíritu Santo. Este hecho no se debe considerar como una experiencia aislada de la Iglesia en sus orígenes o un simple evento histórico a conmemorar, sino como una experiencia de fe que debe ser renovada constantemente por la totalidad de los miembros de la Iglesia de hoy.

Lo primero que el texto sagrado señala es que los apóstoles estaban juntos en un mismo lugar. Por lo tanto, Pentecostés es una experiencia comunitaria y no individualista porque el Espíritu Santo, si bien es cierto, se posó sobre cada uno de ellos, lo hizo en tanto permanecían unidos y en oración. Esa misma unidad y oración de los apóstoles debe ser vivida y fortalecida en la Iglesia de hoy; en la cual, lamentablemente, ciertos grupos organizados con ideologías tergiversadas y tendencias separatistas pretenden segmentar la Iglesia según lo que a cada uno le agrade y convenga.

Seguidamente se indica que se llenaron todos del Espíritu Santo. Esto solo fue posible porque el Espíritu encontró espacio. Surge la interrogante para los creyentes de hoy ¿tengo espacio para Dios en mi vida? ¿Qué cosas debe sacar de mi vida para que dar espacio a Dios? Es válido hacerse esta pregunta considerando que la sociedad actual impone en sus habitantes estilos de vida tan cargados de obligaciones, preocupaciones, afanes, estándares, modas y otras, que sumadas no dejan espacio para que entre Dios.

El pasado domingo 21 de mayo, fueron entronizadas las reliquias de los Santos Pastorcitos de Fátima Francisco y Jacinta Marto, en la Trinidad de Moravia. Estas reliquias vienen desde el Santuario de Fátima en Portugal gracias a la gestión de Monseñor Daniel Blanco Méndez y la Nunciatura Apostólica en Costa Rica.

Este domingo la Iglesia celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. El Evangelio que se nos proclama es de San Mateo (28, 16-20), en el que se narra como los discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado, y ahí lo escucharon decir que todo poder le ha sido dado en el cielo y la tierra, antes de enviarlos a bautizar a todos “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, con la promesa de estar con ellos “todos los días, hasta el fin del mundo”.

En realidad, los Evangelios hablan poco de la Ascensión: Mateo y Juan terminan el relato con las apariciones de Jesús después de la Resurrección. Marcos le dedica la última frase del texto, mientras Lucas le da más amplitud, especialmente en los Hechos de los Apóstoles. Aquí precisa que cuarenta días después de la Pascua -un número muy simbólico en toda la Biblia- Jesús conduce a los apóstoles a Betania y una vez que llega al Monte de los Olivos (también llamado Monte de la Ascensión) los bendice y les habla antes de subir al cielo y regresar al Padre. En este discurso Jesús confirma la promesa de la venida del Espíritu que no los dejará solos y anuncia su segunda venida, al final de los tiempos.

Llegaron en una pequeña lancha, un domingo por la mañana hace casi 10 años, el 13 de noviembre de 2013. Eran cuatro, venían procedentes de México, con mucha ilusión. Una vez en la isla, subieron a la cabina de un vehículo y llegaron a la capilla de la comunidad, donde los vecinos les tenían preparada una calurosa bienvenida.

Las Misioneras del Señor de los Corazones y de Santa María de Guadalupe y la Isla de Chira protagonizan una historia de amor, del amor de Dios para la Diócesis de Puntarenas, cuyo 25 aniversario celebrará el próximo 17 de abril.

Allí también las recibió Mons. Óscar Fernández, obispo diocesano. “Hoy es un día en el que la palabra “gracias” se debe escuchar a cada momento”, exclamó, justo en la entrada del templo.

Francisco da un paso hacia adelante en materia de igualdad en la historia de la Iglesia. Por primera vez, podrán votar los laicos, tanto hombres como mujeres, que sean elegidos para participar en la Asamblea del Sínodo de la Sinodalidad que se celebrará en dos sesiones en Roma, en octubre de 2023 y de 2024. Se trata de una decisión inédita en tanto que, hasta ahora, podían participar en el foro vaticano creado hace seis décadas por Pablo VI, pero solo los obispos tenían derecho a votar en el documento final.

Los organizadores de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo anunciaron hoy estos cambios que no acaban aquí. También se eliminará en la asamblea sinodal la tradicional figura de los auditores en la asamblea donde se solía dar cabida a los laicos, al igual que la figura de los expertos. Con voz, pero sin voto. En su lugar, habrá otros 70 miembros, entre los que pueden ser elegidos sacerdotes, personas consagradas, diáconos o fieles laicos y que procedan de las Iglesias locales.

Y, ¿cuál será el criterio para escogerles? Serán elegidos por el Papa de una lista de 140 personas indicadas durante las reuniones internacionales de las conferencias episcopales y la Asamblea de Patriarcas de las Iglesias Orientales Católicas. “A la hora de identificarlos, se tendrá que tener en cuenta no solo su cultura general y prudencia, sino también sus conocimientos, tanto teóricos como prácticos, así como su participación en diversas capacidades en el proceso sinodal”, han informado desde la Asamblea General Ordinaria del Sínodo. Se espera que la mitad de estos participantes sean mujeres y todos votarán.

Además, se incluye la participación de cinco religiosas como representantes de las congregaciones religiosas femeninas, cuando hasta ahora solo tenían asiento reservado los religiosos sacerdotes pertenecientes a Institutos de vida consagrada. En ambos casos, no es la Santa Sede quien elegirá a estos delegados, sino la Unión de Superiores Generales y la Unión Internacional de Superioras Religiosas.

Al presentar hoy estas novedades, Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y relator del Sínodo de la Sinodalidad, matizó que, en su opinión, “no es una revolución, pues la asamblea sigue siendo una reunión de obispos, con una participación de no obispos”. Y es que cerca del 75% de los participantes seguirán siendo prelados.

En esta misma línea, el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo, apuntó que “seguirá siendo un Sínodo de obispos, pero habrá esta participación como miembros de laicos”. “Su presencia y participación no solo asegura el diálogo entre profecía del Pueblo de Dios y el discernimiento de los pastores”, sentenció.

Cuando se cumplen diez años de la elección de Jorge Mario Bergoglio y después de innumerables alusiones del Pontífice argentino sobre la necesidad de reconocer institucionalmente a la mujer en la Iglesia, es ahora cuando se produce este salto cualitativo y cuantitativo. 

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