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Miércoles, 24 Abril 2024
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En el marco de la Asamblea del Secretariado Episcopal de América Central, SEDAC, que tiene lugar en Guatemala, la Misa de hoy martes 28 de noviembre le correspondió presidirla a Monseñor Javier Román Arias, obispo de Limón y Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica. Compartimos íntegramente su homilía.

Estimados hermanos

Es un verdadero gusto poder compartir con ustedes algunos pensamientos que me brotan a la luz de los textos proclamados y que podrían iluminar nuestros caminar como pastores y discípulos misioneros del Señor. 

Acabamos de celebrar la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, y en ella hemos contemplado como el rostro del Resucitado toma carne en el rostro de nuestros hermanos que sufren a causa del hambre, el abandono, la migración, la pobreza, la exclusión social y tantas otras formas de “descarte”. Rostros que, como pastores vemos a diario en nuestra región, y que nos piden consuelo, ánimo, pero también el auxilio para hacer sentir su voz, la cual muchas veces se ve silenciaba por intereses de algunos, que, en vez de buscar una respuesta social integral, miran únicamente hacia sus propios intereses y voltean la cabeza, ignorando su drama y vida.  

Hoy de nuevo, como desde hace mucho, estos rostros nos piden ser su voz, “la voz de los que no tienen voz”.  Ya el Papa Francisco nos lo ha recordado en varios momentos: es necesario que toquemos la carne de Cristo en el hermano que sufre. “De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad” (EG 186).

A los 10 años de la Evangelii Gaudium no podemos olvidar que el kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros (EG 177), y además tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales (EG 180).

La lectura del libro de Daniel que acabamos de escuchar puede iluminar nuestro camino pastoral.  Todo reinado que se despreocupa de los débiles está condenado a fracasar.  La solidez se consigue fortaleciendo lo débil.  Esta idea debería llevarnos a reconsiderar nuestras propuestas pastorales desde una refrescada opción preferencial por los pobres, vista ahora a la luz del magisterio pontificio, como una verdadera categoría teológica, y por ende, como una ineludible línea pastoral.

Esto nos plantea el reto de enmarcar nuestra autoridad en el marco de la sinodalidad guiada por la caridad, lo cual fue un tema ampliamente abordado en la pasada Asamblea Sinodal.

Ya en el 2019, el Papa también recordaba a los obispos que: “La palabra autoridad significa aumentar, promover, hacer progresar. La autoridad en el pastor radica especialmente en ayudar a crecer”.  Ese ayudar a crecer, implica también el fortalecer.  Es difícil proponer y desarrollar planes pastorales cuando los “pies que nos sostienen” están debilitados.

Hoy, el templo de Cristo necesita ser reforzado.  No me refiero solo al aspecto social, que es apremiante, y consume a tantos hermanos en la desesperación; sino también a la fe, debilitada por muchos factores, y que afecta a nuestras iglesias centroamericanas con el abandono que muchos hacen de la Madre Iglesia, optando por vías alternativas, que más que respuestas y alivio, los sumen en mayor confusión y desesperanza.

Como saben, recién he publicado mi primera Carta Pastoral. Lo hice ocho años después de haber asumido porque quise tomarme el tiempo para conocer a fondo mi diócesis de Limón, en el Caribe costarricense, de modo que, en la medida de lo posible, mi palabra respondiera verdaderamente a la realidad del pueblo que pastoreo. 

De esta experiencia de encuentro, celebración, confirmación y camino, una de las cosas que concluyo es que una Iglesia fortalecida en la fe, discípula de Jesucristo Nuestro Señor, misionera, solidaria, de puertas abiertas, dispuesta al encuentro, consciente e implicada en la realidad de las familias y las comunidades, en actitud profética y samaritana, es para todos signo y herramienta de la paz verdadera que el Señor desea para sus discípulos, una paz que, lamentablemente, hemos perdido en nuestra región.

Los obispos centroamericanos, reunidos en el Secretariado Episcopal de América Central, SEDAC, se encontrarán del 27 de noviembre al 1 de diciembre en Guatemala, en la Casa de Encuentros La Salle.

Con un mensaje muy claro acerca de la cultura de la prevención que ha de consolidarse a todo nivel en la Iglesia para luchar contra los abusos a menores, se despidió de nuestro país Monseñor Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la sección disciplinar del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, quien visitó Costa Rica para ofrecer una serie de encuentros y charlas formativas con distintos grupos y autoridades eclesiales.

Fue así, como el alto funcionario vaticano se encontró a lo largo de toda una semana con la Conferencia Episcopal, con los seminaristas y sus formadores, con los miembros del Tribunal Eclesiástico, con los vicarios diocesanos y los directores de medios de comunicación católicos. También participó en un encuentro abierto a los fieles y sacerdotes en la sede central de la Universidad Católica de Costa Rica en Moravia.

Durante su encuentro con los comunicadores católicos, Monseñor fue enfático en que la lucha contra este flagelo tiene un componente sinodal, porque involucra a todos en la Iglesia, no solo a los obispos y a los sacerdotes, sino a todo el pueblo de Dios.

“Vivimos un tiempo nuevo en el que las respuestas al tema de los abusos pasan por esta sinodalidad, la respuesta no vendrá dada, nos hemos de poner en camino y dejarnos interpelar por el Espíritu”, dijo.

Entre las preguntas que debemos hacernos, a su juicio, están: ¿Qué ha pasado en la Iglesia para que ocurran estas cosas? ¿Cómo dar respuesta a esto? ¿Cómo tener una Iglesia que sea un espacio sano y seguro para todos? Para lograrlo, agregó, es necesario desarrollar una actitud de apertura y escucha a las víctimas.

En este sentido, dijo, la comunicación juega un papel determinante, pues la lucha contra los abusos exige una aproximación multidisciplinar. Dicha comunicación debe de estar fundamentada en la verdad, ser profesional, empática, inteligente y proactiva, es decir, que se anticipa. En síntesis, una comunicación capaz de transmitir lo que la Iglesia es.

En vista de los errores cometidos en el pasado, según Monseñor Bertomeu, se impone el deber de aprender y de hacer de las crisis momentos de cambio y de crecimiento.

Memoria: 22 de noviembre 

Las “actas” de la santa afirman que pertenecía a una familia noble de Roma y que fue educada en el cristianismo. Solía llevar un vestido de tela muy áspera bajo la túnica propia de su dignidad, ayunaba varios días por semana y había consagrado a Dios su virginidad. Pero su padre, que veía las cosas de un modo diferente, la casó con un joven llamado Valeriano.

“Los avances en el campo de la IA (Inteligencia Artificial) están teniendo un impacto cada vez más profundo en la actividad humana, la vida personal y social, la política y la economía”, por lo que el tema del mensaje del Papa Francisco para la próxima Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2024, anunciado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral el martes 8 de agosto, será “Inteligencia Artificial y Paz”.

“El Papa Francisco llama a un diálogo abierto sobre el significado de estas nuevas tecnologías, dotadas de un potencial disruptivo y de efectos ambivalentes”, subraya el comunicado, resaltando “la necesidad de estar vigilantes y de trabajar para que en la producción y uso de tales dispositivos no arraigue una lógica de violencia y discriminación, a expensas de los más frágiles y excluidos: la injusticia y las desigualdades alimentan conflictos y antagonismos”.

La urgencia, por tanto, es “orientar la concepción y el uso de las inteligencias artificiales de manera responsable, para que estén al servicio de la humanidad y de la protección de nuestra casa común”, con la necesidad de extender esta reflexión ética al ámbito de la educación y del derecho. “La protección de la dignidad de la persona y el cuidado de una fraternidad efectivamente abierta a toda la familia humana son condiciones indispensables para que el desarrollo tecnológico contribuya a promover la justicia y la paz en el mundo”, añade la nota.

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