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Sábado, 20 Abril 2024
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“Monseñor: Le escuché a usted en varias ocasiones y le agradezco las luces que siempre nos ha ofrecido. Recuerdo que en el desarrollo de un tema, de paso usted no mostró simpatía, para decirlo de algún modo, hacia las oraciones de liberación de las cadenas generacionales. He tenido la oportunidad de leer algún texto del Padre Fortea al respecto. Todo me resultó útil, pero le pido a usted, Monseñor, su aclaración y se lo agradezco, con la certeza  de que me va a ser de mucho provecho, como también a los lectores del Eco”.

Alejandro Ramírez A. - Heredia

 

Estimado don Alejandro: Desde hace unos sesenta años, más o menos, ha ido difundiéndose en ambientes religiosos, primero entre los no católicos, y luego también entre los católicos, la idea de “ataduras generacionales” o de “maldiciones intergeneracionales” o, simplemente de “cadenas generacionales”. No se encuentra una única descripción o definición de lo que se deba entender con tales expresiones. Sin embargo, con ellas, se quiere afirmar que hay algo más bien indefinible, que provoca en muchos de nosotros, enfermedades, depresiones, tentaciones de suicidio, ruinas económicas, fracasos matrimoniales, alcoholismo, adicciones varias, etc., etc. Y que ese algo, esa fuerza negativa y devastadora tiene su raíz o causa en los pecados de los padres o de los abuelos e inclusive, más allá, en pasadas generaciones de la familia.

Yo mismo he recibido en varias ocasiones, largas oraciones e invitaciones a ritos y gestos, publicadas con la aprobación de algún sacerdote, y todo afirmado como medio eficaz para romper esas cadenas y, deshacerse así, de las supuestas ataduras que se transmiten de generación en generación.

Entre los varios textos bíblicos citados para sostener la existencia de esas supuestas ataduras o “maldiciones”, los más referidos son dos del libro del Éxodo: “Yo Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación” (20, 5).

“Dios misericordioso y clemente, tardo a la ira y rico en el amor que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes, que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación” (34, 7).

Sin embargo, hay que leer esos textos y otros semejantes teniendo presente un criterio de máxima importancia. De hecho quien utiliza esos textos para justificar la supuesta existencia de “ataduras intergeneracionales”, olvida lo que, con toda claridad, afirma el Concilio Vaticano II acerca de la Revelación, en su constitución dogmática Dei Verbum (Palabra de Dios). En ella se reconoce y se nos invita a tenerlo bien presente, que la Revelación ha sido progresiva, a saber, se dio por etapas, según una sabia pedagogía divina. La revelación culmina en Jesús… Los textos del Éxodo que acabamos de recordar, no hay asumirlos, pues, en sentido absoluto, sino que ellos refieren lo que el Autor Sagrado pensaba y creía en su época. Con ellos el Autor se refería a una imagen de Dios justo retribuidor. Y esto no nos debe sorprender: Dios como sabio Maestro, siempre ha ido “adaptándose” a lo que el hombre pueda ir comprendiendo en su época y con su particular cultura para llevarlo poco a poco, progresivamente, a la plena verdad.

Nos estamos refiriendo a lo que los Padres de la Iglesia llamaban “condescendencia divina”. Encontramos la prueba de esta afirmación en la misma Sagrada Escritura. Por ejemplo, el profeta Ezequiel, quien insiste particularmente en la responsabilidad personal, afirma con extrema claridad: “Éste [el hijo que vive correctamente] no morirá por la culpa de su padre y sin duda vivirá” (18, 17). “El hijo no cargará con la culpa de su padre, ni el padre con la culpa de su hijo” (18, 20). No se trata de afirmaciones que contradigan los textos anteriormente citados del libro del Éxodo, sino, que se da  “un paso adelante” en la comprensión de la Revelación. Este paso ha quedado confirmado también por el profeta Jeremías en el capítulo 31, 29-30, en que leemos: “Cada uno por su culpa morirá; quien quiera que coma el agras, tendrá la dentera” es decir, deberá asumir las consecuencias de sus pecados; él, no su hijo ni su padre.

La luz plena sobre este punto, nos viene del mismo Jesús. Cuando Él y sus apóstoles se encontraron con un ciego de nacimiento, ellos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús; “Ni él ni sus padres” (Jn 9, 1-3).

Tras la Campaña Nacional de 1856, muchos niños y jóvenes quedaron huérfanos, por lo tanto, deambulaban por las calles y pueblos del país. Esto llevó a los vecinos y a las autoridades a buscar maneras para ayudarlos a salir adelante. 

Así, se creó el Hospicio de Huérfanos de Cartago, del cual surgió el Colegio Vocacional de Artes y Oficios (COVAO), que este 2023 celebra el 70 aniversario de su fundación. 

Con el objetivo de identificar algunas de las principales tendencias en el pensamiento teológico católico en Centroamérica con el fin de propiciar un espacio de encuentro, diálogo y reflexión sobre la realidad contemporánea, la Universidad Católica de Costa Rica lanza la convocatoria al Primer Congreso Teológico Centroamericano, a realizarse del 22 al 24 de febrero del año 2024, en esa casa de estudios superiores con sede en Moravia.

Sus organizadores son el Departamento de Internacionales y la Escuela de Ciencias Teológicas de la U Católica, quienes parten de la importancia de un encuentro entre aquellos católicos que se dedican al estudio, enseñanza y publicaciones sobre temas teológicos en la región, así como la puesta en común sobre los temas teológicos sobre los que se vienen trabajando para recibir retroalimentación y contactos sobre personas que estén trabajando temas semejantes.

De igual forma, se pretende que este primer congreso genere varios aspectos importantes para la región, como, por ejemplo, la creación de un directorio de teólogos centroamericanos, la designación de una directiva que continúe con la organización de dichos congresos y otras actividades, la creación de alguna revista de publicaciones teológicas para Centroamérica.

Se contempla que el primer número de esta revista sea aquel conformado por las ponencias o disertaciones que se llevan a cabo en el congreso, contando con una fecha de envío de dicho material publicable y que sea revisado por un equipo editorial.

Como objetivos específicos se busca generar un espacio de diálogo y reconocimiento mutuo entre algunos de los principales representantes de la teología católica centroamericana, desarrollar una discusión crítica y constructiva entre las distintas perspectivas teológicas y sus respectivos representantes en un clima de encuentro, escucha y exploración de la realidad centroamericana. Y finalmente, proponer una perspectiva dinámica y unificada en la que se recapitulen los principales resultados del espacio de encuentro, diálogo y escucha propuesto por el Congreso.

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