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“Sigamos adelante, porque la esperanza no defrauda” (cfr. Rom. 5, 5).

By Conferencia Episcopal de Costa Rica Agosto 07, 2020

Mensaje de los Obispos de la Conferencia Episcopal a la Iglesia y al Pueblo de Costa Rica

 

Convocados en nuestra Asamblea Ordinaria CXX, los obispos de Costa Rica hemos reavivado el gozo de sentirnos amados y llamados por el Señor, hemos experimentado la comunión que Él suscita en medio de nosotros, hemos reflexionado y orado juntos teniendo en nuestro corazón, especialmente durante la Eucaristía, a cada uno de ustedes, hermanos en la fe, y también al pueblo entero de nuestro país, en este contexto tan especial de pandemia. Nos hemos fortalecido en el Señor, razón de nuestra esperanza, inspirados por María, Nuestra Señora de los Ángeles, después de celebrar su fiesta.

 

Hacemos nuestra la lectura de la realidad que ha realizado el Papa Francisco, en el momento extraordinario de oración, con motivo de la pandemia, el pasado 27 de marzo[1]: “Nos sentimos como en una tormenta inesperada y furiosa, todos en la misma barca, frágiles y desorientados; llamados a remar juntos” (cfr. Mc 4,35 ss).

 

Queremos compartirles algunos sentimientos y reflexiones que nos han ocupado estos días:

 

  1. Señor, nos invitas a cuidarnos y a cuidar.

Ahora que experimentamos mayormente nuestra fragilidad, comprendemos bien que es un imperativo ético y moral el cuidado de nuestra vida, como preciado don de Dios. Los demás tienen el derecho a exigirnos el respeto a las normas de salud y nosotros tenemos el deber de respetarlas para cuidarnos mutuamente. Nos comprometemos, igualmente, en la misión de preservar y promover la vida desde la concepción, y nos manifestamos en contra de todo aquello que la amenaza, aun encubierto con términos confusos, o bajo otros pretextos no claros. Hemos solicitado, en este sentido, conocer oficialmente el protocolo para la aplicación de la norma técnica del así llamado aborto terapéutico y no tenemos todavía respuesta. Limitemos la violencia, en todas sus formas, que amenaza y siega tantas vidas.

 

  1. Estamos en la misma barca.

Venzamos la soledad, el aislamiento, la indiferencia que también nos enferma. Promovamos espacios de encuentro, nuevas formas de fraternidad, de hospitalidad, expresiones creativas del cariño. Se nos prescribe el aislamiento físico, pero nunca el social. A falta de encuentros personales, las redes nos permiten verdaderos encuentros digitales. Cuánto se valora en este tiempo la familia como el ámbito donde somos acogidos y cuidados con cariño, donde podemos sentirnos seguros y apoyados en todo. Es necesario que nos comprometamos en la construcción de la familia, en el respeto mutuo, ejercitándonos en el diálogo, la comprensión, la solicitud amorosa, la educación en valores, el compartir tiempo de calidad que afiance progresivamente los lazos familiares. Y, desde ahí, tejer otros lazos sociales, otras redes de apoyo.

 

  1. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material, no nos hemos despertado ante injusticias, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo.

La pandemia ha puesto en evidencia situaciones que vulneran la dignidad de las personas, una emergencia humanitaria en intensas zonas de pobreza, en condición extremadamente carencial que está en la base del mayor riesgo de contagio y de muerte: condiciones insalubres, hacinamiento, limitado acceso a servicios de salud y de educación, ausencia de hábitos de higiene y alimentación… En este contexto que vivimos, las inequidades con algunos, nos afectan a todos. Es un imperativo velar por la justicia garantizando el acceso universal a los servicios básicos. Venzamos discriminaciones y estigmas que nos hagan extraños, para confluir en la dignidad de seres humanos.

 

  1. Es necesario hacer un equilibrio entre las medidas de salud y las medidas económicas. Propiciemos una apertura que vele y extreme al máximo los protocolos establecidos. Hagamos de la protección un estilo de vida. Sentimos la angustia de aquellos que se han quedado sin trabajo y no pueden llevar nada a sus casas, aquellos que no pueden ya sostener sus pequeños negocios por tanto tiempo de cierre… Valoramos, e invitamos a prolongar, las ayudas sociales establecidas en este tiempo como el Bono Proteger, las pensiones sociales no contributivas, las distintas ayudas a los más pobres y a las empresas y negocios para que puedan seguir sosteniendo los puestos de trabajo aun en jornada reducida. Así podremos paliar esta aguda crisis, que ya supera el 25% de desempleo y ha visto incrementado de modo preocupante el índice de pobreza.

 

  1. Señor, nos invitas a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar.

Sólo la solidaridad y la unidad de todos en busca del bien común, nos permitirá evolucionar hacia una dinámica positiva. Demanda esta situación mayores dosis de apertura y disponibilidad al diálogo de manera que pueda llevarnos a una concertación de unidad nacional, en la cual haya una participación justa y equilibrada de todos los sectores, que deben ser escuchados y tomados en cuenta. Pedimos al Gobierno y a la Asamblea Legislativa que asuman el liderazgo que les corresponde, junto al Poder Judicial y los Gobiernos Locales; y a los actores sociales y a la sociedad civil, que se impliquen y participen en vislumbrar caminos de bien común para todos. Es inevitable un recorte en el presupuesto nacional que afronte decididamente una reforma estructural de nuestra economía, pero no a costa de valores fundamentales como la salud, la educación, la asistencia social. Cerrar portillos a las lacras de la corrupción, la evasión de impuestos, los privilegios vergonzantes. En un tiempo de tantas urgencias, serán necesarios nuevos aportes solidarios, progresivos, temporales, a los que todos debemos estar anuentes, esperando, eso sí, una utilización eficiente y transparente de ellos por parte de nuestras autoridades.

  1. Es éste, un momento de elección, el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia el Señor. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida, Él trae serenidad en nuestras tormentas.

Sin la perspectiva de fe, quedamos a la intemperie. Respondamos a las necesidades espirituales de nuestro pueblo que contribuyen decisivamente a la salud integral e iluminan la búsqueda afanosa de interioridad y de sentido. Facilitemos la vivencia religiosa de los ciudadanos, propiciemos una mayor apertura de los templos y cultos. La fe cristiana da fundamento a nuestra vida por la convicción de ser amados incondicionalmente por nuestro Dios, de ser sanados y perdonados por su misericordia en Cristo. Testimoniemos eso para que sirva de invitación a los que todavía no viven conscientemente esa realidad. Empeñémonos fuertemente en una tarea misionera escuchando y acompañando a las personas a Cristo.  

 

  1. Observamos frialdad y hasta irrespeto de la libertad religiosa en algunos sectores sociales, en actitudes sectarias ante las iglesias, con el pretexto de imponer agendas contrarias a la fe y aun a nuestros valores tradicionales. No dejemos que el ambiente secularista, que pretende apoderarse de nuestra sociedad, amenace nuestra razón de vivir, nuestra esperanza. Garanticemos la participación amplia de las iglesias para el bien de la sociedad, al igual que la de los medios de comunicación, que contribuyen al control social con una información justa y veraz.

 

  1. Estamos en un momento de purificación para nuestra Iglesia desde el reconocimiento humilde de nuestras limitaciones que nos hace cercanos y compañeros de camino del pueblo. Es una oportunidad para que ustedes, fieles laicos, asuman el protagonismo en la vivencia de la fe y hagan de sus familias iglesias domésticas. Que este contexto no nos encierre ni debilite nuestro arraigo comunitario. De la Iglesia recibimos la fe y es en ella, en nuestras respectivas parroquias, donde tenemos que vivirla, celebrando comunitariamente los sacramentos y continuando nuestra formación y la dinámica de los distintos grupos y movimientos. Nuestro reconocimiento a los sacerdotes - en estos días hemos celebrado a su patrono San Juan María Vianney - que en este tiempo han asumido el liderazgo de guiar a sus respectivas comunidades parroquiales, articulando respuestas, expresando la solicitud por los pobres. Animamos a nuestros seminaristas, que continúan su formación en las parroquias, acompañados por los respectivos sacerdotes y en medio del pueblo. Hagamos que la Iglesia sea un hogar donde cobijarse de la intemperie existencial que vivimos.

 

  1. Acompañamos a los que lloran la muerte de seres queridos y nos alegramos con aquellos que han recuperado la salud. Compartimos tantas incertidumbres que existen hoy en nuestra sociedad. Un sentido y sincero agradecimiento a todos los que colaboran en el campo de la salud y la educación, aspectos tan sensibles para el bienestar de nuestro pueblo. Cuidemos, y comprometámonos en fortalecer, la Caja del Seguro Social por su decisivo e histórico aporte al país.

 

Finalmente, nos solidarizamos con los obispos y la Iglesia de nuestro hermano país, Nicaragua, ante el ataque que han sufrido a la catedral de Managua y otros templos.

Elevamos nuestra oración ferviente, pidiendo al Señor que la crisis se resuelva y que nos conceda sabiduría y fortaleza en el camino de la vida. Los confiamos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso, la Reina de los Ángeles. Descienda sobre ustedes, como un abrazo consolador, la bendición de Dios.

 

En Dulce Nombre de Tres Ríos, a los 7 días del mes de agosto del año del Señor 2020.

Obispos de Costa Rica

 

[1] En adelante, las palabras en cursiva al principio de los párrafos, son tomadas de este discurso del Papa Francisco.

Last modified on Viernes, 07 Agosto 2020 12:58

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