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Domingo, 19 Mayo 2024
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Es conocido por su valentía para denunciar aquello que va en contra de la fe cristiana, como cuando expone las falsedades de grupos llamados “progresistas”. Se trata de Mons. José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante, en España.

Monseñor estuvo en Costa Rica recientemente para impartir un curso sobre Kerigma. También compartió con grupos y comunidades charlas y la Santa Eucaristía.

Es conocido por sus artículos y comentarios a través de diferentes medios de comunicación, miles de usuarios siguen sus redes rociales y también cuenta con un sitio web: www.enticonfio.org, donde comparte todo tipo de documentos y recursos. Eco Católico conversó con él, a continuación un extracto de la entrevista:

 

Usted publicó en Twitter la foto de una mujer empujando un coche con un perrito y escribió: “Radiografía de la crisis antropológica, moral, cultural y espiritual de Occidente” ¿Occidente padece una enfermedad? ¿Cuál es su diagnóstico?

Ciertamente, me atreví a decir: “Esto no es una fotografía, es una radiografía”. En este momento en Occidente (aunque es difícil también explicar qué se entiende por Occidente) hay una cultura muy monolítica, un pensamiento único, que conforma ese nuevo orden mundial, el cual para mí ha roto con sus raíces judeocristianas, al haber roto con unas raíces está desvinculado, entonces tiene una orfandad moral y espiritual, como alguien que se queda sin padre, sin tradición. 

¿Esto qué provoca? Pues una necesidad de ideales. Cuando nos hemos desvinculado de nuestros ideales estos pasan a ser sustituidos por ideologías. Esto es lo que ocurre. La crisis de natalidad tan grande que estamos viviendo es un ejemplo, en España ha llegado a límites increíbles, hay estudios que señalan que hay 4 o 5 millones de mascotas más que de niños.

Cuando una cultura se cierra a transmitir la vida es porque ha perdido la esperanza, porque para transmitir la vida te falta esperanza, y hace falta un espíritu con capacidad de sacrificio, de olvido de sí mismo. Ese concepto de amor, que es darse, ha sido sustituido por otro que es recibir afecto. Entonces prefiero tener mascotas porque me dan afecto, es verdad que hay que cuidarlas un poco, sacarlas a pasear… pero fundamentalmente estoy cambiando el concepto de dar la vida por buscar compensaciones afectivas, algo que puede ocurrir en ciertas formas de relaciones de pareja entre nosotros o con los animales.

 

Menciona la pérdida de las raíces judeocristianas en nuestras sociedades, la sustitución de aquellos ideales por ideologías, esto incluso lo han mencionado intelectuales seculares como Michel Houellebecq…

Desde el punto de vista de los ideales subvertidos en ideologías, por ejemplo, es obvio que el reconocimiento de la dignidad del ser humano ha sido sustituido por una especie de ideologización del igualitarismo, es decir, surge como una ideología que pretende sustituir lo que anteriormente para nosotros era la dignidad del ser humano. Solo que en este igualitarismo, por ejemplo, podríamos incluir a los animales sin distinguir la dignidad del ser humano.

Otro ejemplo, es la ecología vivida como una especie de pseudo religión, la invocación de la Madre Naturaleza como especie de valor superior, en la cual se cae en una contradicción increíble porque estamos hablando del respeto de la naturaleza, de sus ciclos, pero luego resulta que esa visión no es integral y no respetamos al propio ser humano en ella. Nos escandalizamos de los alimentos transgénicos, sin embargo, proponemos como ideal un hombre transgénero, que se puede construir a sí mismo, sin respetar la propia naturaleza de su biología.

 

También menciona el tema de evitar el sacrificio y buscar únicamente el afecto. Recuerdo a alguien que decía que no llevaba a su hija a la Iglesia para que no creciera con sentimiento de culpa. Ese deseo de evitar el dolor, de evadir la culpa, de no asumir las consecuencias de mis actos…

Creo que en el fondo es un miedo a la libertad. Se invoca la libertad como una bandera, pero no se es consciente de lo que esto conlleva, pues la libertad no son solo derechos sino también deberes. Entonces esa invocación de libertad sin responsabilidad es una perversión del concepto de libertad. El rechazo del concepto de culpa o pecado, deja a la sociedad sin capacidad de transformación o renovación, sin capacidad de empezar una vida nueva. En el fondo el concepto del pecado católico lejos de ser destructivo es todo lo contrario, uno toma consciencia de su propio pecado en el mismo momento que se sabe perdonado, pues hay un perdón que se ha ofrecido y con la posibilidad que nos da Dios de iniciar una vida nueva. Lejos de atacar la autoestima, el concepto de pecado forma una verdadera autoestima, porque yo tengo la capacidad de cambiar, de volver a nacer… La verdadera autoestima necesita el concepto de pecado, porque yo me puedo arrepentir y puedo volver a nacer. Quien no tiene ese concepto de pecado está condenándonos a no poder transformar nuestra vida y a tener una vida continuista, languideciente, en la que no se tiene la posibilidad de romper con aquello que impide crecer para ser realmente libre y feliz.

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