“En medio de la emergencia sanitaria que estamos viviendo, provocada por el Covid-19, no puedo dejar de señalar que estamos también ante una emergencia económica y social. Los capitales acumulados por pocos se derrumban y el orden mundial de la economía tambalea. El orgullo del poderío humano con sus rascacielos y torres se ha derrumbado, sus ideologías y manipulación del pensamiento no tienen palabra, se ha demostrado que el egoísmo, individualismo e insolidaridad no son el camino”, aseguró Monseñor en una Catedral Metropolitana vacía por las medidas sanitarias impuestas para evitar contagios de Covid-19.
“Todo esto tendrá sus efectos devastadores en lo económico y financiero para todos, pero de manera especial para la población más vulnerable y empobrecida de nuestra nación, pienso en el más de un millón de nuestros hermanos que sufren de pobreza o pobreza extrema”, agregó.
Es hora, dijo, de percatarse que en las decisiones políticas y económicas, ha de incluirse el aspecto ético y moral, porque todo se dirige al ser humano, y a seres humanos concretos, a los que se debe respetar su dignidad.
Ante ello, el Arzobispo lanzó una serie de preguntas a los gobernantes y políticos de nuestro país, entre ellas: ¿Cómo superar los altos índices de desempleo e informalidad? ¿Cómo reactivar los sectores agropecuarios que reclaman con urgencia el financiamiento de sus actividades para contribuir con la seguridad alimentaria y el trato justo en la relación costo-beneficio? ¿Cómo el Estado pagará la deuda para el financiamiento de la CCSS y cómo superar la mora de la cuota de algunos patronos? ¿Cuál estrategia emplear para responder al hecho de las personas en situación de calle? ¿Cómo evitar la evasión y elusión fiscal, especialmente de los sectores que económicamente más poseen? Y, un mayor ordenamiento del gasto público?