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El naciente episcopado latinoamericano. Art. 10.

By Pbro. Fernando A. Vílchez Campos. Junio 18, 2020

Los obispos americanos coloniales tienen su origen en la reforma del episcopado español impulsada por los Reyes Católicos.

El proceso de creación de diócesis en la América española fue muy rápido: para 1511 se tienen tres diócesis, para 1536 tenemos catorce, para 1566 hay veintiséis estructuras diocesanas -cuatro de ellas metropolitanas- y para 1620 son treinta y cuatro -con cinco sedes metropolitanas-. Práctica distinta a las realidades americanas portuguesas, anglosajonas, francesas y holandesas –que por brevedad no desarrollamos en este espacio–.

Hasta 1546 todas las sedes americanas fueron sufragáneas de la Arquidiócesis de Sevilla; pero dada la distancia se vio la necesidad de erigir sedes metropolitanas en América. En 1533 y 1536, la Corona española pensó en proyectos para crearlas, pero se veía que no eran oportunos aún. Fue hasta 1544 que el Consejo de Indias elevó la petición a la Santa Sede y el 12 de febrero de 1546 por la bula “Super Universas”, el Papa Pablo III (1534-1549) creó las tres primeras sedes metropolitanas de América: México, Santo Domingo y Lima. Para 1564 se erigió la metropolitana de Santa Fe de Bogotá y en 1609 la de La Plata en la región de Charcas en Bolivia -no hay que confundirla con Argentina-.

Para definir su extensión territorial, los límites que se establecían eran más demográficos que geográficos -recordemos que, en cada caso, se concedía a la Corona la potestad de establecerlos-. Para ello, se usaba la práctica con base a la medida de 15 millas alrededor de la sede catedralicia; el territorio que quedaba entre dos diócesis, si era desconocido, quedaba sin definir, lo cual generó múltiples dificultades entre los obispos. Nunca una diócesis establecida en un territorio determinado abarcó sin más las nuevas fundaciones que se establecían alrededor de su jurisdicción, sino que se seguía siempre dicho criterio.

Para la creación de parroquias se aplicaba la estructura tradicional española, eran regentadas por el clero secular y se conducían por el Derecho Canónico tradicional de la Iglesia, con los dos aspectos para el párroco del nombramiento a perpetuidad y de la concesión del beneficio. También existían las doctrinas o zonas de misión que no son parroquias, están conformadas por indígenas, tierras de misión a cargo de religiosos misioneros, que posteriormente cuando llegan a ser parroquias pasan al clero secular.

Para el nombramiento de los obispos americanos se siguió la normativa establecida por la reciente reforma del episcopado español, impulsada por los Reyes Católicos. En la España de finales del siglo XV se denota el deseo de renovación en la vida de la Iglesia -como en otros ámbitos de este período propio de reformas en la Iglesia universal, que no podemos mencionar aquí-. Para ello se busca el apoyo de Roma y la colaboración de los mismos eclesiásticos españoles, especialmente del Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), quien trabajó en la reforma del clero, impulsando en España la realización de Sínodos diocesanos y la apertura de colegios para la formación sacerdotal -uno de los antecedentes del nacimiento de los Seminarios, en el ya próximo Concilio de Trento (1545-1563), punto de llegada de todo este movimiento de reformas eclesiales-.

Se buscó ante todo la reforma del episcopado español, que luego se aplicó también en América, estableciendo una serie de criterios para la elección de los obispos. Entre ellos: 1) La presentación de los más “beneméritos”, es decir, de conducta intachable y de vida ejemplar. 2) No pertenecer a familias influyentes ni aristocráticas. 3) Ser “doctos”, es decir, con una buena preparación. 4) Se presentaba preferentemente a sacerdotes religiosos de origen español, aunque rápidamente también a los “criollos” -hijos de españoles nacidos en América- y a miembros del clero secular. 5) Con prontitud para trasladarse a su diócesis y residir en ella, según el mandato renovado en el Concilio de Trento. 6) Asumir la obligatoriedad de la visita pastoral frecuente a la diócesis y el servicio pastoral. 7) La “limpieza de sangre”, es decir, sin relación consanguínea alguna con judíos o musulmanes -propio del momento histórico de la reconquista que hemos mencionado-. 8) Prestar el juramento de fidelidad al Rey y de respeto al Patronato.

Los obispos americanos tuvieron que enfrentar un sin fin de dificultades en sus diócesis, como es la realidad misionera de cada una de ellas, su gran extensión, la indefinición de los límites diocesanos, el número siempre insuficiente de clero, las enormes distancias que producían problemas de comunicación entre los obispos y era inexistente con Roma en razón del Patronato; en ocasiones la vacancia en las sedes se prolongaba mucho dado el proceso para proveerlas; aparte de los problemas surgidos por la exención de la jurisdicción episcopal por parte de los religiosos, y particularmente, las diferencias con los gobernadores y encomenderos, sobre todo por el maltrato a los indígenas en contra de la legislación española.

En términos generales, tenemos que decir que las egregias figuras episcopales americanas del período colonial constituyeron un episcopado mucho más pastoral -con muy pocas y raras excepciones-, distinto al de los antiguos obispos príncipes del Imperio germánico, o de los Obispos nobles de Francia, de Italia y del resto de Europa.

Los obispos americanos que, en general, fueron auténticos misioneros y pastores, se entregaron a la defensa de los indígenas, prestando un extraordinario servicio a la causa de la evangelización. Cabe mencionar a -de cada uno pueden escribirse capítulos enteros-: Fray Juan de Zumárraga O.F.M. primer Obispo y Arzobispo de México (1530-1548), el Obispo Francisco Marroquín Hurtado primer Obispo de Guatemala (1534-1563), el Obispo Cristóbal de Pedraza segundo Obispo de Comayagua en Honduras (1541-1555), Fray Bartolomé de Las Casas O.P. tercer Obispo de Chiapas (1543-1550), Fray Antonio de Valdivieso O.P. tercer Obispo de León de Nicaragua (1544-1550) -primer Obispo mártir de Centroamérica y de América, que mencionaremos más adelante- y Santo Toribio de Mogrovejo segundo Arzobispo de Lima (1579-1606), patrono del episcopado latinoamericano. Entre tantos otros, “intrépidos luchadores por la justicia, evangelizadores de la paz…” (Puebla #8).

Last modified on Sábado, 20 Junio 2020 19:06

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